Audaz y confiable traductor Un hombre enamorado de la Biblia


Entre los llamados Padres de la Iglesia de Occidente, o sea que pertenecen a lo que se conoce como “Patrística,” destacan San Agustín de Hipona, San Ambrosio, San Gregorio Magno, y San Jerónimo, quien es el príncipe de los traductores bíblicos. También es reconocido como un muy ilustre exégeta (intérprete o comentarista del Mensaje), pleno de talento y dedicación, que legó maravillosos trabajos relacionados con los textos sagrados.
Hoy está a punto de celebrarse la fecha litúrgica en la cual se le venera especialmente, este próximo 30 de septiembre.
Él es, desde hace ya muchos años, el Patrono de los biblistas y de todos los que se dedican al estudio de la Palabra, quienes de una manera u otra tratan de imitar y seguir su gran ejemplo.
San Jerónimo nació en Estridón, entonces provincia Romana de la Región de Dalmacia. De joven hizo estudios en Roma, donde llevó una vida frívola y disipada. Ya adulto recibió el bautismo. Años más tarde empezó a interesarse por la Teología, dando sus primeros pasos en este sentido con los textos escritos por San Hilario de Poitiers, cuyas lecturas lo indujeron a la piedad.